Licencia

domingo, 6 de marzo de 2011

Bilbao Gris I: La Palanca

Desde pequeño he oído por boca de mi padre, que Bilbao se estaba transformando sí, pero para peor. Según decía, el “lavado de cara” que estaba sufriendo la villa, estaba repercutiendo directamente en el carisma que la hacía tan especial. Bilbao Gris lo llamaban aquellas personas que, como mi padre, añoraban viejos tiempos en los que la ciudad abducía a todo aquél romántico que quedaba sucumbido a sus encantos. Desde luego, aquella no era, ni mucho menos, una ciudad sinsorga –como se diría por estos lares-.

Un Bilbao, que tras la industrialización y la llegada del capital extranjero, mayoritariamente británico, se había aburguesado y lucía despreocupado los esplendores con los que la nueva jet set lo había dotado. Una dolce vita, que paralelamente surgía junto con la vida obrera que iba adueñándose de los barrios que conformaban las periferias de la capital vizcaína.

Con todo ello, se dio un fenómeno que arrastraría la famosa doble moral. Ésta consistía en que los burgueses bilbaínos, se comportaban como almas de cántaro, cuan buen feligrés se apreciase. Pero, que a la hora de la diversión, escogían como desfogue los lugares de alterne que empezaron a medrar en las ya mencionadas periferias.

Quizá, en cuanto a estos menesteres se refiere, el máximo exponente de la ciudad haya sido la zona del barrio Chino, más comúnmente conocido como La Palanca. Aquí, comenzaron a ubicarse numerosos prostíbulos, locales de alterne, bares… Y si había tanta oferta, era porque también había demanda.

En este ambiente de carácter liberal, se reunían también gays, travestis, viajantes, hombres de negocios y mucha más gente que venía de sitios lejanos expresamente para disfrutar de la noche bilbaína. Era, según afirman los que lo conocieron, un sitio en el que la gente -reprimida por la sociedad de aquel entonces- podía expresarse libremente al tiempo que se desinhibía entre copa y copa.

Conforme se iba cuajando el alterne en esos rincones, se vivía una especie de extraordinaria complicidad entre los que allí se reunían.  Complicidad que hoy día sería impensable a la hora de juntar segmentaciones sociales de tan distinta índole, en un espacio tan reducido.  

La Palanca Gran Cabaret (Karraka)

Las fuerzas del orden, se mantenían al margen siempre y cuando hubiera una convivencia entre los vecinos y visitantes de La Palanca. Eso hacía más atractiva aún dicha zona; por eso y por el factor de situación en las “afueras”, alejada del ultraconservadurismo que azotaba las mentes ciudadanas de los barrios céntricos.

Así era, una de las zonas más singulares del bocho, hasta que en la década de los ochenta comenzó su declive con el cierre de muchos locales. La falta de clientela y el cambio sociocultural que se vivía, propiciaron la bajada de persianas de lo que era y ha sido uno de los pilares del auténtico Bilbao.



*Para aquel lector que esté interesado en profundizar acerca del tema, decir que existen unos cuantos libros que hablan largo y tendido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario