New York es la ciudad por antonomasia a la hora del arraigo
del marketing en la vía pública. De hecho, no hay rincón donde mirar para huir
de los miles de impactos publicitarios que conviven en armonía con los
rascacielos, el mobiliario urbano y los locales comerciales. Se podría decir
que la publicidad exterior y el marketing directo conforman la personalidad de
la ciudad-meca del consumo. ¿Qué sería de Times Square sin sus incontables
y llamativas vallas exteriores o sin sus reclamos humanos a pie de calle?
Times Square y sus vallas display |
Es comprensible que esta ciudad turística y de consumo sea la número uno en cuanto a procesos de comunicación comercial se refiere, no en
vano ha sido desde siempre residencia y núcleo de las agencias publicitarias
más punteras, a la vez que se ha convertido en destino paradisíaco de shopping
de medio planeta.
Si observas esta ciudad desde un prisma de venta y persuasión, te
das cuenta de que todo está meticulosamente calculado para instar al visitante
a comprar bienes de consumo o a contratar servicios. Desde los icónicos taxis
(con nombre propio: cabs) hasta los metros subways, desde los descuentos para
extranjeros hasta las promociones aleatorias, desde el audio marketing que se
oye desde las aceras hasta el escaparatísmo transgresor. Sin olvidar la especial importancia que se le da al punto de venta.
Agencia Publicis y la fachada de la tienda Desigual |
En mi caso, fue la primera vez que vi con mis propios ojos
una acción de dance marketing propiamente dicha. Fue en la tienda de M&M’s
del centro, masificada por turistas y frecuentada por mitómanos del dulce. Al
entrar al gigantesco local comprobabas atónito que los dependientes del local
se dedicaban a sacar sonrisas a los clientes, cantando y bailando al son de la
marchosa música en vez de a dar la brasa para lograr la venta; obviamente, envolvían el ambiente de un clima óptimo para
la compra.