Comenzaré este nuevo blog, haciendo una introspección de nada más y nada menos que una de las películas que auguro, será de las más taquilleras del año dos mil diez.
Como la mayoría sabréis, se trata de una secuela del film rodado por el mismo Oliver Stone allá por 1987, en el que se trata de mostrar a los espectadores los entresijos que rodean al mundo de la bolsa neoyorquina.
A mi juicio, encontramos una trama digna de una película de alto voltaje; en la que el director no ha sabido canalizar adecuadamente dicho contenido. Teniendo en cuenta que el contexto del que trata -la crisis financiera que acaece nuestros días- da mucho juego a la hora de hacer hincapié en el mensaje, me sabe a poco. Es decir, nos topamos con un Stone comedido al que pocos seguidores de filmes como JFK: caso abierto, Asesinos natos o la misma Wall Street del 87, esperabamos desde nuestras butacas.
Aun así, la suavidad en el contenido no es sinónimo de pérdida de calidad. Para que ello así fuera, se aseguraron desde la producción, de no escatimar en el mejor recurso cinematográfico existente: unos actores de ensueño.
Permitiéndose el capricho de que Susan Sarandon actuara en un papel secundario y contar como no, con el carismático Michael Douglas para interpretar el papel que únicamente podría llevar su nombre, Gordon Gekko, nos deleitan con sendas actuaciones providenciales. Sin olvidar a unos jóvenes con talento que se enrolaran sobre el hilo principal: Jacob (Shia La Beouf), como yerno de Gekko y Winnie (Carey Mulligan) interpretando a la hija del citado magnate.
A lo mejor mucha gente discrepará conmigo, pero a mí entender el clímax del film eclosiona en el momento en que Gordon Gekko, se topa casualmente en una fiesta benéfica con Bud Fox (Charlie Sheen) –el mísmo que en la primera película le manda a la cárcel-. Éste, le explica en una conversación, no exenta de mordacidad, que lleva una vida opulenta en el retiro desde que vendió aquella compañía en la que en su día “creyó” y por la cual luchó hasta acabar con el mismísimo Gekko. Este guiño me parece que es, por parte de Stone, un acierto mayúsculo a la hora de mostrar lo ruin que puede llegar a ser la raza humana y lo tambaleantes que pueden llegar a ser sus principios; sobre todo en un lugar como pueda ser Wall Street donde la ambición no tiene límite alguno.
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